Montaje

El «montaje» del horno consistía en la colocación de la piedra calcárea que se tenía que cocer en el proceso de cremación, un proceso que exigía una gran habilidad y conocimiento para conseguir una cocida óptima.

Foto 7-5-16 13 38 09La piedra era clasificada por tamaño y forma para ser colocada al horno (más grandes cuanto más cerca del fuego), mientras que las que tenían que sujetar la vuelta inferior (la zona de crema), las «armadoras» tenían que ser preparadas con mucho cuidado  para sujetar todo el peso de la hornada.

Una vez construida la vuelta inicial, la piedra iba colocándose hasta formar una cúpula por encima del horno: la capucha.
La capacidad de los hornos oscilaba entre las 30 y 50 toneladas de piedra viva, aunque los podía haber más grandes. El primer paso para la elaboración consistía en armar la hornada, es decir, colocar la carga calcárea dispuesta para aplicarle el proceso de cocción.

La piedra se tenía que extraer o recoger, seleccionarla y clasificarla según su tamaño. Se tenía que romper diestramente para preparar las “armadoras” que conformarían la cúpula, sujetando el resto de la carga y dejando  el receptáculo interior que tenía que alojar la combustión.

Del proceso de roto de estas piedras surgían los «calços” y “el «arrimaparet”, es decir, la piedra menor con que se llenaban los vacíos que quedaban dentro del horno. Una vez el horno estaba lleno de piedra, ordenada meticulosamente, hasta el nivel superior de la pared circundante, se completaba la carga haciendo un “colmo” al estilo de una cúpula llamada  capucha.

El trabajo de montaje podía alargarse hasta casi una semana. La duración de la crema era relativa, dependiendo del tipo de leña y piedra utilizados, del tamaño del horno, etc. A pesar de todo, solían emplearse alrededor de unas 80 horas quemando ininterrumpidamente y se llegaba a unas temperaturas alrededor de los 1.500°C.

La proporción de leña necesaria para quemar el horno era de la mitad de leña que de piedra (hacían falta 25 toneladas de leña para quemar una *hornada de 50 toneladas de piedra). Los jornaleros hacían turnos día y noche para controlar la crema, hasta que las llamas que salían por la capucha presentaban una coloración azulada y el color de la piedra adquiría la tonalidad propia de la cal. Este era la señal del final de la cocción.

Toda la piedra calcárea era buena para la producción de la cal. Tenía que ser piedra viva. En la sierra de la  Solana, la mayor parte era buena. Además, en términos generales, la piedra de l´Alforí era considerada como una de las de mayor calidad del mercado y era capaz de soportar tanto el peso de la estructura como la elevada temperatura a que llegaba el horno.Foto 7-5-16 13 39 23

Cuando el horno dejaba de quemar, era el momento de sacar la piedra. Si era muy necesario, se sacaban al día siguiente, cuando las piedras cocidas todavía desprendían mucho calor. La piedra se sacaba dos o tres días después de apagar el horno. Además, para facilitar la liberación del calor, se hacían algunos agujeros en el horno. Una vez extraída la piedra, solía echarse al agua para empaparla. Ya en los últimos momentos, también se molía con el mismo sistema que un molino de harina. Cuando la piedra estaba triturada, se ensacaba y ya estaba lista para la distribución.